Según cuentan las crónicas históricas, las primeras cometas se construyeron en China hace casi 3000 años, y solían tener fines militares. Más adelante, el vuelo de la cometa llegó a convertirse en un ejercicio de meditación utilizado por los grandes filósofos de la época, entre ellos el mismo Mozi, del que hablé hace poco. Para su construcción se utilizaban palos de bambú, papel o seda, y solían tener formas variadas, predominando los animales mitológicos, como el dragón o el ave fénix. Algunas hasta iban equipadas con cuerdas o silbatos para hacer música mientras volaban. Ya en tiempos de la dinastía Song (siglos X-XIII), volar la cometa se convirtió en el pasatiempo más practicado por los cortesanos, y ya a finales del siglo XIII comenzó a extenderse por Europa gracias a los viajes de Marco Polo.
En la actualidad, las cometas siguen gozando de gran popularidad entre personas de diferentes generaciones. Incluso existe una federación, con sede en la ciudad de Weifang (provincia de Shandong), que todos los años organiza un festival internacional, que hace unos pocos días cerraba su 28ª edición. No solo se premia la estética de la cometa, sino la habilidad del que la maneja. También son frecuentes los "combates", usando la llamada cometa tipo "fighter", la cual lleva un hilo especial con el que se intenta cortar y derribar la cometa del oponente.
Hablando de cosas que vuelan, el otro día se me metió en la habitación un inesperado visitante alado. Se trata de una especie de polilla gigantesca, del tamaño de un murciélago por lo menos. No había visto semejante bicharraco desde mi estancia en Costa Rica. Por lo visto, estos animales tienen una esperanza de vida de una semana, lo justo para consumar el acto de reproducción y hasta más ver. ¡Vaya vida tan bien aprovechada! Me dicen que este tipo de cosas (que se te cuele un animal volador en tu casa) traen buena suerte, a ver si es verdad.
"Cuando soplan vientos de cambio, hay quien construye muros de protección, otros construyen molinos de viento."