viernes, 16 de junio de 2017

Gracias China


No es sencillo salir de un país dejando todo atrás. Ya pasé por algo similar hace casi diez años, cuando cambié mi vida en Lituania por la India, pero esta vez creo que el proceso ha sido más emocionante. No es simplemente una cuestión de haber pasado más tiempo en China que en cualquier otro lugar del mundo, toda la cantidad de gente que he conocido y los momentos, malos y buenos, experimentados, sino también de las características del país en sí y las circunstancias vitales asociadas a este importante paso. En estos últimos días, entre emotivas despedidas y estresantes procedimientos relacionados con la partida (envío de cosas a España, transferencia de dinero, papeleos varios, etc.), he tenido tiempo para reflexionar sobre todo lo acontecido desde que en septiembre de 2010 llegué a Shaoxing, ciudad en la que ha vivido hasta mi último día. En general, pese a algunas malas experiencias, el balance es positivo y el sentimiento es de agradecimiento por todo lo aprendido. Resumo en esta entrada algunas de las razones que explican el haber vuelto a España con una percepción positiva de este gran país:


- Los viajes: Debido a su amplitud, China posee una enorme variedad de paisajes y hábitats, ideal tanto para los amantes de la montaña como de las playas tropicales. Además también hay desiertos como en la provincia de Mongolia interior o espectaculares valles como en Yunnan. Por otra parte, hay infinidad de joyas arquitectónicas y vestigios históricos que visitar. En estos años no solo he tenido la oportunidad de ir a los típicos lugares icónicos, como la Gran Muralla en Beijing o el museo de los guerreros de terracota en Xian, sino que también he descubierto algunas maravillas, como la región de los tulou en Fujian o las montañas kársticas de Yangshuo, de las que nunca antes había oído.
 



- La comida: Que duda cabe que uno de los grandes tesoros de China es su gastronomía. Hay una gran cantidad de platos distribuidos entre sus cuatro grandes estilos culinarios, con sabores y texturas para todos los gustos. Desde el picante de Sichuan hasta la imaginación de los platos cantoneses, la oferta es tan inmensa y varía tanto de una región a otra que es casi imposible poder probarlo todo. Desde luego es una de las cosas que más voy a echar de menos.


El gongbaojiding, uno de mis favoritos

 

















- La gente: Hay cierto estereotipo negativo acerca de los chinos por parte de los visitantes extranjeros. A mucha gente les parecen rudos, maleducados, cansinos, etc., pero he de reconocer que en estos años me he encontrado con gente de todo tipo, algunos con una mentalidad más abierta que muchos de mis “modernos” compatriotas. Mi impresión general es positiva y creo que, pese a lo que pueda parecer a priori, son personas amables, que no recurren a la violencia y que están dispuestos a ayudarte en lo que te haga falta.
 



- La "marca China": Si hay algo que de verdad me va a costar volver a encontrar en algún otro país, serían los inesperados y, a veces, inexplicables momentos de la vida en China. Esas situaciones peculiares e irrepetibles, como los grupos de espontáneos bailarines en las plazas al atardecer, personas que aparecen caminando hacia atrás, vehículos imposibles, estilos de vestir inimaginables, los carteles en “chinglish”, etc. Tantas y tantas particularidades que hacen de este país un lugar único, cuya experiencia solo es de momento comparable a la que viví en India, marcando las distancias.
 


- El reto continuo: Esas mismas peculiaridades y choques culturales implican que vivir en China pueda resultar en ocasiones una auténtica aventura para los extranjeros. Uno de los obstáculos principales es el idioma que convierte el procedimiento más simple en una odisea. Por suerte, en este tiempo he conseguido un nivel bastante aceptable de mandarín, lo que no me salva de verme a veces bloqueado y vulnerable. Este mismo sentimiento a la larga ayuda y contribuye a echar mano de habilidades y destrezas adormecidas, por lo que uno está en permanente crecimiento personal. China te vuelve más capaz, despierto y, como no, tolerante ante ciertas circunstancias. Y esto creo que es lo que más he de agradecer de todo lo ganado.


Me alegro de haber terminado este periodo de mi vida con esta sensación, aunque es cierto que también he pasado por fases más negativas. Basta con repasar este mismo blog o leerse el capítulo final de “Con estos ojos” (que, por cierto, ¡está al salir!) para darse cuenta. Ahora toca pasar página y empezar a prepararse para una nueva aventura, esta vez en Kuwait. Espero que sea tan o más productiva y feliz que la etapa china, aunque el listón ha quedado bastante alto.
 


En cuanto a este blog, en unos días publicaré un par de entradas a modo de epílogo sobre el último viaje a Yunnan y después lo mantendré abierto. Quién sabe si algún día no vuelvo a retomarlo. Muchas gracias tanto a los que lleváis tiempo siguiéndome como a los que acabáis de topar con esta bitácora, donde he ido plasmando mis impresiones de China en estos casi siete años. Espero que os haya sido de ayuda.
 
再见!
 
“Aquél que lo piensa mucho antes de dar un paso, se pasará su vida completa en un sólo pie”.