Ha pasado volando como un rayo. Será porque esta vez si que me ha
parecido un buen año. Desde el principio, cuando (al fin) me comía
las uvas en un restaurante mexicano de Ningbo, lo intuí, que este
iba a ser el año de la regeneración, de la subida de ánimo, del
cambio a mejor y, efectivamente, así lo ha sido. Ya empecé a
notarlo en la recta final de 2013, en unas navidades bastante
placenteras para tratarse de China, y lo he ido corroborando hasta
llegar a día de hoy.
La cosa ya empezaba a prometer con el clásico viaje de año nuevo
chino, en este caso a Indonesia junto a mi gran amigo Giacomo, el
cual no imaginaba que este iba a ser su último curso en China. Para
él este también ha sido un año de celebraciones. Juntos vivimos
una gran aventura digna de recordar, que nos daría alas en nuestros
propósitos futuros.
La subida al volcán Sibayak en Sumatra. Épico. |
En este 2014 se han cumplido diez años desde que salí de España
por primera vez, y por ello decidí comenzar un libro justo a la
vuelta de las vacaciones de invierno. Todavía me queda un largo
camino (voy aún por el capítulo dedicado a la India) hasta su
conclusión. De momento me está encantando la experiencia; es como
si volviera a viajar a todos esos lugares y encontrarme con tantas
personas formidables con las que me he cruzado en el camino. Espero
seguir con él si el trabajo y otros quehaceres me lo permiten.
Aparte de escribir el libro, este año he ocupado mi tiempo
lanzandome a aprender nuevas lenguas, dejando el estudio del chino un
poco de lado. Primero, a raiz de una relación con una filipina, me
aventuré con el tagalo. Con la chica no me valió de mucho ya que el
romance no llegó a buen puerto, pero me va a venir de lujo en mi
próximo viaje ya que visitaré la patria de Isabel Preysler en
enero. Luego me dio por el coreano, por infuencia de mis compañeros
en la clase de chino, la mayoría de la tierra del taekwondo y el
Gangnam Style. Pero con el idioma que mejor me he desenvuelto,
principalmente por la similitud con el español e italiano, es el
catalán. Mi amigo Jorge me pidió que lo casara, pero vestido de
cura y usando esta lengua. No me lo pensé dos veces y en dos meses y
pico conseguí un nivel lo suficientemente decente como para
defenderme en el altar. Giacomo también estuvo presente, haciendo
los mismos honores pero en chino. Un gran momento.
Tras cuatro años en la universidad de Yuexiu, en junio llegó la
hora de decir adiós. Por un lado por decisión personal motivada por
un hartazgo generalizado y una desazón que llevaba mucho tiempo
arrastrando ya. Por otra parte, el departamento de español también
había decidió prescindir de mis servicios aludiendo a motivos
relacionados con mi falta de titulación, aunque en realidad el
principal motivo era poder colocar a otra profesora (de la cual no
dudo de su profesionalidad), amiga de la jefa y, de paso, quitarse de
encima a alguien que ya estaba cuestionando demasiado la manera de
hacer las cosas allí. Después de un par de meses sin saber si
seguiría en China o no, encontré la oferta en la escuela
internacional, la cual ha supuesto un cambio en todos los sentidos.
Más horas de trabajo pero más seriedad y profesionalidad. Además
me divierto un montón enseñando a estos pequeños diablillos a los que
cada día quiero más.
Debido al cambio de empleo, tuve que conseguir otro visado y nuevo
papeleo, lo cual implicaba un proceso burocrático que me obligó a
retrasar mi vuelo a España en verano. En los veinte días que tuve
que esperar antes de que me otorgasen el preciado documento que me
permitiría continuar trabajando en China, decidí hacer un viaje por
diferentes provincias, así un poco a voleo, sin planear mucho. Lo
más importante de todo no fueron los lugares que visité (también
muy interesantes, como las grutas de Longmen), sino como me sentí
durante esas dos semanas con la mochila a la espalda. Me sentía
menos irritable y parecía disfrutar de cada momento. Parecía como
si estuviese experimentando cierto cambio de actitud, recuperando en
cierto modo las ganas de seguir aquí.
A la vuelta de las vacaciones estivales no las tenía todas conmigo
en cuanto al cambio de condiciones de vida. El trabajo me gustaba
más, claro que sí, pero el apartamento que me dieron, de nuevo
dentro de una escuela, y el hecho de vivir en un lugar tan aburrido
como Ke Qiao, me desmotivaban bastante. Suerte que al cabo de un mes
conocí a la persona que me haría recobrar de golpe todas mis
ilusiones, reviviendo sentimientos que ya hacía tiempo que no
experimentaba. Una chica risueña, divertida, de mentalidad abierta,
tolerante y bellísima, con la que me encuentro muy a gusto y con la
que espero poder seguir disfrutando mi vida en China en 2015.
Y ahora llega el 2015, con nuevos retos y esperanzas de seguir
mejorando. Por el momento la primera novedad es la inminente llegada
de mi hermano, que se viene a trabajar a Xian. Si todo el papeleo va
bien y no hay ningún inconveniente, a finales de febrero nos veremos
las caras por aquí. Todavía no me lo creo del todo. Aparte, me
gustaría acabar el libro este año, calculo que antes del verano.
Otro gran reto es intentar encontrar trabajo en otra ciudad, con algo
más de vida que donde me hallo ahora. No va a ser fácil pero de
momento ya he dado el primer paso: querer que ocurra.
Nada más, simplemente desearos una estupenda salida y entrada de
año, que lo paséis bien y que todo lo que no os ha podido salir en
el 2014 lo logréis en el siguiente, que me huele que va a venir
cargado de acontecimientos importantes. Yo, aparte de los típicos
deseos de salud, amor y trabajo, espero también escribir aquí un
poquito más aunque mucho me dice que va a estar dificil con todos
los retos que están por venir. Bueno, algo se intentará. Un fuerte
abrazo y feliz 2015.
“Una alegría dispersa cien penas.”
Algo de
léxico:
uvas:
葡萄
[pútáo]
suerte:
幸运
[xìngyùn]
brindis:
举杯
[jǔbēi]
cotillón,
fiesta
de Nochevieja:
新年晚会
[xīnniánwǎnhuì]