martes, 18 de enero de 2011

Vamos que nos vamos

Terminados los exámenes y en vísperas del Año Nuevo Chino, millones de personas se disponen a tomarse unos días de asueto junto a sus familiares, tanto estudiantes como trabajadores. Son días pues críticos en lo que al transporte se refiere. Se calcula que hasta dos mil millones de desplazamientos se producen durante este periodo del año, conocido como chunyun en chino (palabra que se traduce literalmente como “transporte de primavera”), y que abarca desde principios de enero hasta mediados de febrero (40 días aproximadamente). Es por ello que no resulte nada raro encontrarse con colas kilométricas en las estaciones, donde los empujones, pillerías y cabreos por no conseguir el preciado billete, están a la orden del día.



A falta de un sistema de reserva a través de internet, donde sería posible comprobar también la disponibilidad, todo el mundo tiene que jorobarse y aguantar la espera si quieren hacerse con un billete. En mi caso, y tras 4 horas haciendo cola, repartidas en dos diferentes días, he podido conseguir uno de tren al menos hasta Zhuzhou en la provincia de Hunan. A partir de aquí me iré moviendo según consiga o no transporte. Es lo que tiene el no poder comprar billetes para trenes con salida en diferentes provincias. Un desastre, vamos. Por tanto, el que pueda disfrutar o no de este próximo viaje va a depender mucho de la providencia y de mi nivel de paciencia. En todo caso, la aventura está asegurada.



Si todo sale como yo deseo, mi plan sería visitar Shaoshan, el pueblo natal de Mao, en la provincia de Hunan, luego Changsha, y desde aquí coger un tren que me lleve directamente a Guangzhou (más conocida como Cantón) y a partir de entonces, irme moviendo por esa zona, visitando entre otros lugares Macao y Hong Kong. Después, si el tiempo y la disponibilidad de transportes lo permiten, me gustaría visitar Xiamen, en la provincia de Fujian, para luego volver de nuevo a Shaoxing. Aquí os dejo el itinerario provisional para que os hagáis una idea de lo que me espera en estas dos próximas semanas.


View Viaje por el sur de China in a larger map

Así que desde mañana que sale mi tren, estaré desconectado durante un mes, ya que después de este periplo por el sur de China, aún me quedan dos semanas más de vacaciones (afortunado que es uno) para pulírmelas en Vietnam. Por tanto, cierro el chiringuito durante este periodo. Prometo volver cargadito de historias y anécdotas bizarras. Mientras, intentaré conectarme de vez en cuando en alguna parte y soltar alguna cosilla en Facebook o donde sea, para que sepáis que tal me va. Cruzo los dedos para que todo salga lo mejor posible y no me quede tirado por el camino.



¡Hasta la vuelta y feliz año nuevo (chino)!


"Quien pisa con suavidad va lejos."

jueves, 13 de enero de 2011

Que no cunda el pánico

Estamos a mediados de enero, el final del semestre académico y, como en el resto de universidades a lo largo y ancho del planeta, nos hallamos en pleno periodo de exámenes. Unos días donde la tensión se palpa en el ambiente, con estudiantes atacados y desesperados por saber como será el examen o que nota han obtenido, y profesores aburridos de corregir y tener que hacer de jueces supremos. Un trago que todos sin excepción debemos pasar sin rechistar y que exige una buena carga de paciencia.



Un detalle del que he podido percatarme durante estos días, es la tendencia que tienen los alumnos a la vagancia y al copiar sin escrúpulos en los exámenes. Hay contadas excepciones que se lo curran, pero hay un gran número de estudiantes que van a lo fácil y no se cortan un pelo a la hora de hacer trampas. De todas formas, chuletas y copias aparte, esta universidad es un cachondeo y, aunque los suspendamos, todos van a acabar pasando y matriculándose ya que para eso sus padres están pagando cuantiosas sumas de dinero. Es lo que tienen las universidades privadas, pero no solo aquí sino en todos lados. Es muy triste que se premie en función de lo que uno tiene y no por méritos propios. Y más triste es el tener que ser cómplice de este sistema, teniendo que pasar por el aro y pasarles la mano por exigencias de los líderes. Yo de momento, he suspendido a varios de segundo curso, algo que me permiten. Lo que no sé es que va a pasar con la alumna de tercer (y último) año que he cateado. Supongo que me presionaran para que la pase. Eso si, esa chica, como otros tantos alumnos, se va a comer un mojón, con perdón, cuando le hagan una entrevista laboral en español.


"Parad de hacer trampas en los exámenes"..que bonito queda eso de puertas para afuera.


Que espabilado.

Aparte de la falta de ética profesional que se respira en esta facultad, otra cosa que de verdad me mata es la cantidad de miramientos y exigencias que ponen “los de arriba” a la hora de completar las hojas de asistencia y evaluación de clases. Hay que rellenarlas a mano, y si te equivocas no puedes usar corrector, hay que empezar de nuevo. Siempre con tinta negra, claro está, y nada de usar números para contar las faltas. Te piden que hagas una figura compuesta de cinco palitroques, donde cada palito equivale a una falta. Vamos, algo surrealista. Es irónico que sean tan pulcros y exigentes con cosas tan nimias, mientras dejan de lado cuestiones tan esenciales como que clase de contenidos están dando los profesores, que materiales usan, etc. A mí, por ejemplo, desde que estoy aquí, nadie se ha interesado porque tipo de clases estoy dando. Todo vale mientras las hojas se entreguen de manera impecable y sin tachones. Una pena.



La falta de seriedad en las evaluaciones, y la ausencia de retroalimentación tanto desde dentro como fuera del departamento, unido a otra serie de factores, hacen que me plantee seriamente si merece la pena seguir o no el curso que viene en un lugar como este. Cierto es que no me encuentro mal, más que nada por el maravilloso ambiente internacional que existe aquí, pero digamos que me gustaría sentirme un poco más “presionado” y valorado a nivel laboral, por como me estoy currando las clases, y no sólo por el mero hecho de ser extranjero que, la parecer, es lo que más cuenta de cara a futuros clientes. Ya iré viendo lo que hago durante el próximo semestre.


Al menos esta me arrancó una carcajada.

En la naturaleza, no hay castigos ni premios, sólo consecuencias.

domingo, 9 de enero de 2011

Manos a la obra

Como pasaba con el de la India, no todo en este blog van a ser relatos de viajes (que más quisiera yo) o sesudos análisis de personajes ilustres o aspectos de la cultura local. También me gusta dedicar algún rinconcito a esas anécdotas que van ocurriendo por aquí en mi día a día, que lo mismo pueden ocurrir aquí que en Indonesia o San Sebastián de los Reyes. Son hechos aparentemente triviales, como aquella nevada de hace unas semanas, o la sorpresa que me encontré el pasado lunes cuando volví de Anhui.

Cuando entré por la puerta de mi habitación, advertí que parte del suelo estaba ligeramente levantado, con las baldosas despegadas, como si por allí hubiera pasado una manada de ñus, tres camiones cisterna y la cofradía del Prendimiento con paso incluido. ¿Qué había podido ocurrir en mi humilde pero coqueta estancia durante aquel fin de semana?



Por lo visto, la exposición constante de las baldosas a cambios bruscos de temperatura, pasando de un agradable calorcillo a un frío gélido (a raíz de mi ausencia), provoca un efecto de dilatación-encogimiento que hace que las baldosas se separen, y acaben por romperse. Por lo que ya pude ver antes de navidades, esto no es algo raro aquí en el campus, y pasa constantemente. Y es que, al no existir un sistema de calefacción central en los edificios, estos se convierten en autenticas neveras de cemento. Basta con dejar unas horas una estufa eléctrica encendida en un lugar cerrado para que el suelo comience a crujir.


Así estaba mi despacho hace más o menos un mes

Pero en esta vida todo tiene arreglo menos la muerte, así que en cuanto di la voz de alarma, dos amables señores acudieron a mi cuarto, bien uniformados y con sus herramientas de trabajo prestas a solucionar el entuerto. Nada más llegar se sacaron un cigarrito, ofreciéndome amablemente otro a mí. Me costó un poco hacerles entender que mi gesto de rechazo, no era tanto porque ya lo he dejado como por mi oposición a que fumaran en mi habitación. Aclarado el dilema, comenzaron su tarea con aplomo y profesionalidad.





A pesar de la polvareda que levantaron y el fuerte ruido que desataban sus maquinas de pulir, aquellos dos hombres estaban currando sin ningún tipo de mascarilla ni protección para los oídos. Me sabía un poco mal estar ahí, observándolos y filmándolos, con los brazos cruzados. Les quise sacar una cervecita o una tapilla de algo, como siempre se ha hecho en mi casa cuando han venido pintores o albañiles, pero decían que no podían pararse. Estaban demasiado concentrados en lo suyo.





Después de hora y media de incesante trabajo, el equipo especial de salvamento y catástrofes (esa es más o menos la traducción literal de este departamento) concluyó su impecable labor (aunque el polvo lo tuve que limpiar yo, por supuesto). No permití que se fueran de allí de vacio, y como agradecimiento les regalé un par de latas de melocotones en almíbar, recién llegaditas de España (¡gracias por esa cesta!). Tras unos segundos con caras de circunstancias y sin saber muy bien lo que hacer, los dos obreros aceptaron el presente con agrado, aunque seguramente se preguntarían a que venía ese detalle…"Están locos estos laowai (extranjeros)".



"Incluso las torres más altas empiezan en el suelo."

martes, 4 de enero de 2011

Descubriendo Anhui



Tras una descafeinada Nochevieja en Hangzhou, y aprovechando que me dieron el lunes libre, partí junto con una amiga que conocí en Suzhou a explorar Anhui (concretamente Wannan, su zona sur). Predominantemente rural, es una de las provincias más pobres de China, pero ofrece al visitante unos paisajes naturales encantadores. Es una opción fenomenal si lo que se busca es desconectar del jaleo de las grandes urbes y adentrarse un poco en la China profunda. Como tampoco disponíamos de mucho tiempo, decidimos concentrarnos en los alrededores de Tunxi, una ciudad bastante insulsa en la que solo se salva su casco viejo, pero que supone el principal punto de conexión con los lugares de interés más importantes de la región.


Centro de Tunxi




¿Arte urbano?

A menos de una hora en autobús al oeste de Tunxi, se encuentra Qiyun Shan, una formación montañosa sagrada para los taoístas. Su nombre se traduce literalmente por “tan alta como las nubes”, pero no es muy elevada que digamos (el punto más alto se encuentra a 585 metros). Es posible ascender hasta la cima a través de unas escaleras de piedra o, si se va con prisa como en nuestro caso, tomar un teleférico. Una vez arriba, se puede disfrutar de imponentes vistas y visitar santuarios excavados en las cuevas. El lugar rezuma magia y misticismo en cada rincón. Entre las montañas se halla una pintoresca y casi abandonada aldea donde es posible tomarse una tapita de tofu o lo que encarte.


Vista del valle desde el teleférico




Roca del elefante





Un poco más adelante, siguiendo por la misma carretera desde Tunxi rumbo al oeste, se extiende el condado de Yixian con sus aldeas patrimonio de la Humanidad. Las dos principales son Xidi y Hongqun. Siguiendo las recomendaciones de otros viajeros, nos decantamos por visitar solo ésta última, considerada la más atractiva. Esta tranquila aldea, cuya forma se asemeja a la figura de un buey, es una de las principales joyas del turismo rural en China. Con sus callejas estrechas, por donde circula un agua cristalina a través de sus canales, y sus mansiones ancestrales, Hongqun es un alto obligado en la visita a Anhui.

La visita podría haber sido más placentera de no haber sido por la tremenda nevada que se nos echó encima de repente y nos dejó completamente calados. Eso si, la estampa de los paisajes campestres nevados a través de la ventanilla del autobús hizo menos amargo el regreso a Tunxi.




Estanque de la Luna, en el centro de la aldea




La "pelúa" no había hecho más que comenzar

Inclemencias climatológicas aparte, puedo considerar este primer fin de año como uno de los mejores vividos desde que estoy en China, por el viaje en sí y por otros motivos ajenos al mismo, y que me guardo para despertar así la curiosidad y la imaginación del lector. Decir también que no será este mi último viaje a Anhui. Está pendiente un regreso para subir a la joya de la provincia, Huang Shan (La montaña amarilla), cuando mejore el tiempo, allá por primavera o principios de verano. Creo que me va a hacer falta más de dos cursos aquí para sacarle todo el jugo que me gustaría a este fantástico país.



"El que ha desplazado la montaña es el que comenzó por quitar las pequeñas piedras."