miércoles, 13 de agosto de 2014

Palabrita de Marco Polo




A lo largo de su dilatada historia, la civilización china ha tenido diversas capitales aparte de la actual Beijing. Una de las más prósperas en su momento fue Kaifeng, muy cerca del rio Amarillo. La otrora esplendorosa ciudad llegó a ser sede de gobierno durante siete dinastías diferentes, alcanzando su máximo apogeo político y comercial en el periodo Song (desde 960 hasta 1279). A finales de aquella época fue cuando Marco Polo llegó a visitarla, en su primer viaje, cuando la capital ya había sido tomada por Kublai Khan, el emperador mongol. Hoy día, Kaifeng aún conserva algunos vestigios de sus siglos dorados y sigue siendo uno de los lugares más visitados por los viajeros que llegan a China.

Templo de Daxiangguo

De los dos días que pasé en Kaifeng, el primero me lo pasé probando delicias culinarias locales, La profesora que conocí en Lushan me aconsejó acercarme a un lugar llamado Xiao Song Cheng (小宋城), un bonito centro gastronómico que incluye diversos restaurantes, teterías y pequeños puestecillos de comida, ambientado al estilo de la dinastía Song. El precio de los platos es más caros que el que uno puede encontrar en un mercado normal, pero el surtido es más amplio y especializado, y la calidad está garantizada. Entre las tapillas que probé se encontraba un emparedado de carne de perro, lo que suponía la primera vez que degustaba este animal. ¿A qué sabe el perro? Bien, me pareció una carne poco jugosa, difícil de masticar, con un sabor que no llegué a apreciar bien por la cantidad de especias que llevaba. No estuvo mal, aunque le hubiese faltado algo más de salsa.

Por la noche me decanté por el mercado nocturno de la Torre del Tambor (Gu Lou, 鼓楼), un lugar lleno de ambiente donde poder hincharse a un precio módico. El mejor sitio para dejarse caer en una noche de verano china.

Interior de Xiao Song Cheng
No sé muy bien lo que era, pero estaba de lujo
 
Perrito caliente

El segundo día sí que fue más intenso y me pateé la ciudad en plena canícula, parando estratégicamente para refrescarme. Empecé por la Pagoda de Hierro que, según dicen es la más famosa de toda China. Tiene 13 pisos y, en realidad, no está construido con hierro sino con ladrillos cuyo color recuerda a este material. Es posible acceder al interior, aunque no es nada recomendable para claustrofóbicos.

Otro lugar de interés a nivel histórico es el antiguo asentamiento de la sinagoga de Kaifeng. Hace 1000 años una pequeña comunidad judía llegada del norte de la India se estableció aquí, continuando con sus tradiciones y creencias hasta que la sinagoga fue destruida en el siglo XIX, momento en el que sus miembros se dispersaron. Actualmente, un grupo de descendientes de antepasados judíos mantiene reuniones periódicas con el objetivo de preservar su identidad cultural.



Para acabar la jornada me dirigí a una pequeña replica amurallada de lo que en su día fue la antigua ciudad en la dinastia Song. Situado al norte del lago Bao Gong, el complejo incluye pagodas, templos y edificios gubernamentales que rememoran la arquitectura de la época. Cada hora tiene lugar una pequeña exhibición de acróbatas y bailarines en una de las plazas. Más abajo os dejo el vídeo por si queréis echarle un vistazo.



Me marché satisfecho de Kaifeng y feliz por el balance final del viaje. Aún me quedaban 12 horas de tren nocturno por delante hasta Shaoxing, esta vez en asiento duro y sabiendo que no iba a poder pegar ojo. Pese a todo me sentía bien y con ganas de más, algo que no me ocurría viajando en China desde hace tiempo. Ni las aglomeraciones, ni la gente señalándome y diciéndome “hello” por la calle, ni los escupitajos (al suelo, no a mí…)… nada parecía agobiarme lo más mínimo, era como si finalmente me hubiera mimetizado en este particular ambiente. ¿Es esto a lo que llamamos “adaptación”, quizás?


“Haz que el pasado sirva al presente.

Algo de léxico
Marco Polo: 马可·波罗 [mǎkěbōluó]
mercado nocturno: 夜市 [yè shì]
hierro: [tiě]
judío: 犹太人 [yóutàirén]


jueves, 7 de agosto de 2014

Entre grutas anda el Buda



Tras pasarme casi un día entero viajando, llegué a Zhengzhou casi de madrugada y completamente reventado, casi sin fuerzas para ponerme a encontrar un sitio medianamente decente y baratito para pasar la noche. La dirección del hostal que recomienda la web de Wikitravel resultó ser errónea así que me puso a deambular, mochila a los hombros, por los alrededores a ver lo que encontraba. Di con un hotel que pintaba bien pero, como muchos de los hoteles en China, no dejaban alojarse a extranjeros. Por suerte, el chico de recepción me acompañó por todo el centro hasta que encontramos otro hotel, que esta vez si me aceptó como huésped. La frustración inicial se transformó en alegría por la amabilidad que mostró conmigo el muchacho. Que la ley del karma se cumpla y en este momento esté disfrutando de un ascenso.

Al día siguiente, ya descansado y relajado, decidí tomar un tren hasta Luoyang, a unas dos horas de distancia. Desde aquí se puede tomar un autobús de línea para visitar las famosas grutas de Longmen, patrimonio de la Humanidad. Consiste en una serie de cavernas y nichos excavados en un acantilado en cuyo interior aún se conservan estatuas y relieves budistas. Una maravilla que uno no puede perderse si viene a China.


Las grutas de Longmen (cuyo significado literal es “Puerta del Dragón”) supone la muestra más importante de escultura budista en China entre los siglos quinto y décimo de nuestra era. En total se calcula que hay más de 100.000 estatuas de Buda de diferentes tamaños distribuidas entre las rocas a cada orilla del río Yi, además de estelas sagradas y representaciones de otros seres mitológicos, como las Apsaras, o ninfas acuáticas. Con el paso del tiempo el número de esculturas se ha visto disminuido por los efectos de la erosión y también por la mano del hombre, con ladrones sin escrúpulos que han llevado a cabo un sistemático expolio a lo largo de los años.


El rincón más impresionante de Longmen es la gruta Feng Xian Si (奉先寺, templo del culto a los antepasados), donde destaca en el centro la estatua de Vairocana, o Buda resplandeciente, de unos 17 metros de altura. A sus costados se sitúan otras enormes estatuas de sus discípulos y los guardianes mitológicos del templo. La vista que se descubre al coronar la escalinata que da acceso a este grupo escultural es simplemente espectacular.


Regresé a Zhengzhou con un buen sabor de boca, de nuevo al filo de la madrugada y directo al mismo hotel. La verdad es que apenas iba a poder pasar tiempo en esta ciudad ya que al día siguiente mi idea era partir hacia Kaifeng y dormir allí. Sería la última etapa de un viaje que de momento me estaba haciendo disfrutar en China como hacía tiempo que no lo experimentaba.


Cuando pasa por la puerta del dragón, la carpa se convierte en uno de ellos.

Algo de léxico
gruta: 石窟 [shíkū]
estatua de Buda: 佛像 [fóxiàng]
erosión: 侵蚀 [qīnshí]
expolio, pillaje: 掠夺 [lüèduó]