viernes, 30 de diciembre de 2016

El año que vivimos convulsamente


Hola a todo el mundo de nuevo.


Fiel a la tradición, retomo por un momento el blog, que tan abandonado tengo, para analizar en unas líneas lo que ha dado de sí este agitado 2016. A nivel personal ha habido de todo, momentos de gloria y bajones, como era de esperar, aunque haciendo balance general, este año bien podría estar en el podium de los mejores en la última década.
Al menos este año se lleva la plata






























Uno de los días que más celebré fue cuando por fin conseguí acabar el máster tras una recta final de infarto. Era el fruto de meses de duro estudio, combinándolo con el trabajo y otros proyectos. Al final logré terminarlo con muy buenos resultados y fue lo que me animó para intentar un cambio en mi vida laboral meses más tarde.

Esa noche cayó enterita


 

















Justo después de este triunfo empezaron las vacaciones de año nuevo chino, a mediados de febrero. Fueron unos días muy especiales porque por primera vez viajaba a España con Qinqin. Lo pasamos genial recorriendo parte de la geografía española y la impresión que en ella dejó mi tierra fue estupenda, aunque tras dos semanas ya echaba de menos la comida china. Y es que la cultura del tapeo no le convenció tanto como el perenne sol, la simpatía y el calor de la gente y el increíble legado cultural que tenemos y del que a veces nos olvidamos.



 










El periodo de marzo a mayo lo dediqué en su mayor parte a buscar trabajo. En la escuela ya había anunciado que no seguiría el curso siguiente y que mi idea era irme a trabajar a una ciudad en la que Qinqin tuviera más oportunidades laborales. Después de recorrerme algunas ferias de empleo y enviar infinidad de currículos, lo único que pude conseguir fue un puesto de profesor de inglés en una escuela de Ningbo, pero tampoco me convencían mucho las condiciones. Al final, ya casi con el plazo de renovación del visado acabando, decidí dar un giro a todo y proponerles a los de mi escuela trabajar en algún puesto relacionado con lo que había estudiado en el máster. Aceptaron y aquí empezó mi nueva etapa laboral como “school counselor”.

Esto es lo que veía en feria tras otra


 















Por su parte, Qinqin ya había decidido cambiar de aires y marchar a otra ciudad en busca de una mejor oportunidad laboral. Consiguió un buen puesto en un despampanante hotel, lo que supondría una mejora en su carrera profesional. Hasta aquí todo bien. El tema es que el trabajo era en Changsha, una ciudad a 900 kilómetros de la mía. Mi primera reacción fue de colapso, se me vino el mundo encima al pensar que estaríamos tan alejados, pero enseguida comprendí que no servía de nada oponerme y que tenía que darle todo mi apoyo para que siguiera prosperando en su vida laboral. Solo sería por un año y nos seguiríamos viendo, aunque con mucha menos frecuencia. De momento ahí lo llevamos, bien, en espera de que este 2017 nos dé por fin la oportunidad de encontrar algo en el mismo lugar.



 




















Tras toda la tensión acumulada relacionada con el empleo, por fin llegó el verano y con él la oportunidad de relajarme y perderme un poco fuera de China. Esta vez me decanté por Corea del Sur, un país que me dejó una maravillosa impresión y en el que conocí a gente magnífica. Disfruté cada uno de los días que pasé allí y me dieron ganas, no solo de volver a hacer una visita, sino también de, por qué no, irme a vivir y trabajar. Quién sabe.





















Nada más volver, me empecé a preparar para todas las responsabilidades y funciones que se me venían encima en el nuevo curso escolar. Debutaba como “school counselor”, lo que en España viene a ser un psicólogo orientador o educador, según las funciones que lleve en la escuela. Las mías se centran en el asesoramiento individual o grupal de alumnos, padres y profesores, y además organizar una asignatura llamada Aprendizaje Socio-emocional, aparte de ejercer como mediador en algunos casos y llevar a cabo seminarios y talleres para mis colegas. Me encanta el puesto, lo que pasa es que no doy abasto y la escuela no lo está valorando de momento como es debido. Aún así continuaré dándolo todo como he hecho hasta ahora. Aquí os dejo un enlace a un blog paralelo (en inglés) sobre mi labor en esta nueva etapa: http://aintnowall.blogspot.com



 














El primer semestre en la escuela ha sido muy intenso en lo que a actividades se refiere. Desde las competiciones deportivas hasta el día de las Naciones Unidas, pasando por la noche de Halloween y otros eventos. En todas las ocasiones me he involucrado al máximo, disfrutando la alegría de los chavales, los grandes protagonistas y por los que merece la pena levantarse cada día. De no ser por ellos y por su forma de valorar lo que hago, no sé yo si seguiría más tiempo donde estoy.






 















Y en un visto y no visto nos plantamos en navidades. Esta vez no han dado vacaciones en este periodo, con lo que por fin puedo escribir estas líneas en el calor del hogar, con un sol radiante y cielo azul cada vez que salgo, y rodeado de las personas que más quiero. Es una sensación única por celebrar estas fiestas en Córdoba después de siete años maldiciendo el anuncio de “El Almendro”. Justo antes de volar, tuve el honor de convertirme en Papa Noel por un día y sorprender a los niños de mi escuela, aunque los más mayores enseguida me descubrieron por la nariz. Otro gran momento para despedir el semestre.




 



















Así que nada más, solo desearos felices fiestas a todos, amigos y amigas, y que el nuevo año venga cargado de nuevos retos que den a nuestras vidas más sentido si cabe. ¡A pasarlo bien!

 



“El fracaso no es caer, sino negarse a levantarse.”

 

Un poco de léxico

perseverancia: 毅力 [yìlì]

esfuerzo: 努力 [nǔlì]

reto: 挑战 [tiǎozhàn]

esperanza: 希望 [xīwàng]

 

 

lunes, 5 de septiembre de 2016

Verano coreano (y V): Busan


El punto final antes de mi regreso a Seúl, era Busan, uno de los lugares más habitables en los que he estado. Situada en el punto más al Sur de la península, es la segunda ciudad más grande de Corea y la gran capital portuaria del país. Cuenta con importantes puntos de interés, con tantas o más cosas para hacer que en Seúl, pero con un ambiente más fresco y relajado. Para mí, su principal atractivo es que está a la orilla del mar y esto siempre me condiciona a la hora de valorar un lugar (por eso me gustan Qingdao o Xiamen más que otras ciudades en China, por ejemplo). Aparte, su gastronomía, basada en los productos marinos, hace la estancia más grata si cabe. Por otro lado, una vez más tuve la suerte de ser acogido por una gran persona, Kyuman, un estudiante de medicina y luchador de kendo que hizo lo posible para que no me faltara de nada. Chapeau 




Un plato de mulhui (물회), delicioso

 






















El primer sitio que visite fue Gamcheon, un barrio pintoresco y muy colorido, en el que cada rincón era digno de fotografiar. Lo que en su tiempo fue una zona destinada a los refugiados durante la guerra de Corea, ha sufrido sucesivos lavados de cara hasta pasar a ser conocida como la Santorini del Este, aunque a mí más bien me vinieron a la mente las favelas de Rio.









































Al caer la tarde, aprovechando la caída del sol, mi anfitrión y yo bajamos hasta la concurrida playa de Songdo, a darnos un baño después de otra calurosa jornada veraniega. Después dimos una vuelta hasta llegar al puente de Namhangdaegyo, desde donde observamos nuestro destino del siguiente día: Jagalchi, el mercado de pescado más grande de Corea.







Entre estanques con enormes cangrejos, descomunales pescados y barreños con criaturas marinas que jamás me habría planteado que podían ser comestibles, disfrutamos del mercado de Jagalchi y su espectacular ambiente. En el segundo piso hay restaurantes donde probar las especialidades locales. Estuve a un paso de probar el nakji, un pulpo pequeño que los coreanos se comen crudo. Mi vena temeraria me incitaba a aventurarme con este plato, pero después de escuchar a Kyuman explicándome que cada año siempre muere alguien porque el dichoso pulpito se escabulle por el conducto equivocado, entorpeciendo la respiración del comensal, me lo pensé mejor y decidí decantarme por unos calamares fritos. Sí, amigos, me voy haciendo mayor.







Busan fue el genial colofón a un viaje que, si bien no ha llegado a dejarme la huella del de Myanmar, ni ha tenido la misma dosis de acción que el de Laos o Indonesia, sí que me ha dejado una impresión tan grata como los anteriores, y desde aquí recomiendo que visitéis Corea si tenéis la oportunidad. Me ha gustado tanto que no descartaría probar suerte allí si las circunstancias son idóneas, quién sabe, yo de momento he vuelto a estudiar coreano por lo que pueda pasar.





 


















“Empezar es la mitad de la tarea”.

Proverbio coreano

 
PD: Si queréis conocer más sobre Corea y su cultura, aquí os dejo el enlace al fenomenal blog de Robert, “Paella de Kimchi”: http://paelladekimchi.com

lunes, 22 de agosto de 2016

Verano coreano (IV): Ulsan


Al igual que ocurrió con Punggi, el motivo de visitar Ulsan vino provocado por la propuesta de un miembro de Couchsurfing, Pancho, de quedarme en su casa en el campo un par de días. Como mi plan era bastante flexible, acepté, pudiendo conocer así a una gran persona. Con casi 70 años, pero con un estado físico más propio de un treinteañero, este coreano se ha paseado por medio mundo, sobre todo tras su jubilación, ejemplificando que el afán de conocimiento y el ansia de recorrer el mundo no tiene límites. Un ejemplo a seguir sin duda.

































 

A decir verdad, la casa de Pancho estaba más cerca de Eonyang, un pueblo cercano a Ulsan. El día que llegué, mi anfitrión me llevó a dar una vuelta por los alrededores hasta los petroglifos de Bangudae. Distribuidos en dos paredes rocosas se pueden encontrar grabados representando a animales, escenas de casa y pesca y estructuras geométricas de significado hasta ahora desconocido. Uno de los tesoros del arte prehistórico en Corea.


















En otro caluroso día más, Pancho y yo estuvimos visitando algunos lugares emblemáticos en Ulsan y alrededores, empezando por un bosque de bambú a orillas del río Taewha. Quizás no sea muy espectacular (sobre todo si ya has visto bambú anteriormente) pero al menos es un buen lugar para poder pasear sin temor a jamacucos en jornadas estivales como aquella. Muy cerca hay un curioso túnel de cuyo techo cuelgan calabazas y otras hortalizas de varios tamaños y curiosas formas.





A continuación, fuimos a Daewangam Songnim, traducido como “bosque de pinos”, situado a la orilla del mar. Fue el lugar que más me gustó en Ulsan y en el que más cómodo me sentí, más que nada por la brisilla que refrescaba algo la temperatura. Me impresionaron las medusas del tamaño de un balón de playa que podían avistarse desde los acantilados. En algunas calas se pueden degustar mariscos recién sacados del mar por señoras que los cocinan ahí mismo, a primera línea de costa. Todo un lujazo.







Nuestro último punto fue el cabo Ganjeolgot, el punto más al Este de la península coreana, muy popular entre los turistas locales y donde se celebra un importante festival del 31 de diciembre al 1 de enero para celebrar el primer amanecer del año. Además, desde hace un par de meses el lugar ha aumentado en popularidad ya que, nota friki, es uno de los pocos lugares en Corea donde se puede jugar al Pokemon Go. Ya decía yo que había demasiada gente dando vueltas de un lado a otro con el móvil en la mano… Para mí, lo más especial de este cabo fue que alcancé el punto más al Este en el que nunca había estado antes (el anterior record lo tenía Shanghai) y eso para un viajero es siempre algo que celebrar.





 






























 


Sin duda, lo mejor de estos dos días, además de rozar por fin el mar, fue la convivencia con Pancho y las conversaciones que tuvimos sobre varios temas: viajes, situación de las dos Coreas, idiomas, etc. Espero que logre continuar la trayectoria, volver a España a por su tercer camino de Santiago y otros proyectos que tiene pendiente. Estas son las personas que yo pondría como modelo de referencia, con ganas de descubrirlo todo y una actitud ante la vida que ya la quisieran tantos adolescentes y jóvenes en edad cronológica. Un genial aperitivo antes de mi último objetivo: Busan.



 





















“Piedra que rueda no cría moho”.

Proverbio coreano

miércoles, 17 de agosto de 2016

Verano coreano (III): Gyeongju


Rodeada de arrozales y verdes colinas, Gyeongju, capital de la provincia Gyeongsangbuk, fue en la antigüedad una de las principales ciudades coreanas, capital del glorioso reino Silla, que gobernó la península más de 900 años. Aquí se encuentran algunas de las mejores muestras de su legado cultural, tanto en la parte antigua de la ciudad como en los alrededores, atractivos también desde el punto de vista paisajístico. Un lugar relativamente desconocido para los turistas occidentales, aunque muy popular entre los locales, que no puede faltar en ningún itinerario por Corea.





Nada más llegar y a pesar del calor que estaba haciendo, salí con muchas ganas hacia el maravilloso templo budista de Bulguksa, a pocos kilómetros de la ciudad. Quizás sea esta una de las construcciones más impresionantes de la arquitectura coreana, aunque para los familiarizados con los templos chinos o japoneses, el efecto es algo más descafeinado. De todas formas, la visita vale la pena, más si la completamos con la ascensión a la gruta Seokguram, en cuyo interior se halla un solemne buda de piedra.





































Algo más amena se me hizo la jornada siguiente con la subida a la montaña Nansam. En el recorrido se puede ir encontrando reliquias budistas, como estatuas y relieves en las rocas, logrando una perfecta combinación entre turismo cultural y natural. Por el camino me encontré con un simpático grupo de senderistas coreanos con los que alcancé la cumbre. El descenso, entre senderos tortuosos y riachuelos, me recordó, salvando las diferencias, a aquella vez en Indonesia bajando el volcán Sibayak, aunque en esta ocasión el camino estaba mucho mejor señalizado y no tenía la constante sensación de que en cualquier momento podía servir de aperitivo para algún depredador.

























 











Tras una merecida siesta, me lo tomé con más tranquilidad y me di un paseo por la parte céntrica de Gyeongju empezando por el Tumuli Park. Este parque se caracteriza por sus montículos verdes que no son otra cosa que tumbas de miembros de la dinastía Silla. A pesar del componente macabro, la atmósfera del parque es idílica con una musiquilla ambiente que invita a relajarse. Muy cerca se encuentran las ruinas del observatorio astronómico Cheomseongdae, supuestamente el más antiguo de todo el Extremo Oriente. Siguiendo hacia el sur hay un pequeño pantanal plagado de nenúfares, ideal preámbulo para los que quieran visitar el estanque Anapji, otro de los sitios más populares entre los turistas, pero que preferí reservar para un posible futuro regreso, esta vez en pareja.







Dos días en Gyeongju se me hicieron cortos teniendo en cuenta todo lo que me recomendó el dueño del hostal donde me alojé, el Hanjin Hostel, muy básico pero bien localizado y con un precio razonable. Con ganas de seguir disfrutando, seguí rumbo a la costa sureste, a exprimir mis últimos días en tierras coreanas.







 

Si no caminas hoy, tendrás que correr mañana”.

Proverbio coreano


martes, 9 de agosto de 2016

Verano coreano (II): Punggi y Andong


Tras el ajetreo de Seúl marché en dirección Sureste, hacia la provincia de Gyeonsangbuk, una zona de campiña fértil entre cordilleras con sensacionales paisajes y vestigios históricos desparramados por sus poblaciones. Una de ellas, Punggi, no es lo que se dice un lugar turístico, al menos para los extranjeros, pero decidí hacer un alto en casa de una familia de “couchsurfers” trotamundos que me propuso quedarme allí un par de días. Pronto pude descubrir que el lugar, aparte de ser famoso por su jengibre, cuenta con lugares interesantes en sus alrededores, como el parque nacional de Sobaeksan, donde pasamos prácticamente un día entero. Fue una jornada estupenda en medio de un fantástico paraje natural y acompañado de una familia encantadora, bebé de seis meses a cuestas incluido.


























La ciudad de Andong es bastante más conocida sobre todo por el legado cultural que posee. Cuenta la anécdota que cuando Elisabeth II, reina de Inglaterra, estuvo de visita hace unos años dijo que quería visitar el lugar más coreano de Corea y la llevaron aquí. Nada más llegar, mi anfitriona y su novio me llevaron a un bonito parque donde se pueden ver réplicas de casas tradicionales coreanas y visitar de paso el museo del folklore. Aquí se puede encontrar abundante información sobre ceremonias, rituales, vestimenta, juegos, y otros elementos de la cultura coreana. Como colofón, tras una opípara cena, asistimos a una representación de una obra de teatro clásico coreano. No consigo recordar el nombre, pero iba de un gobernador que se enamora de una concubina, pero, por lo que vi, su amor era imposible. La puesta en escena me dejó embobado hasta el final. Espectacular.









A la mañana siguiente me fui solo a dar una vuelta por el barrio de Sinse-dong, un auténtico museo al aire libre, con casas viejas cuyos muros han sido redecorados por estudiantes de arte. Esta iniciativa dotó de nuevo de vida a una urbanización condenada al abandono. Merece la pena pasear por esta zona y contemplar los detalles en cada rincón.








Al mediodía, de nuevo con mis anfitriones, nos acercamos a la aldea Hahoe, patrimonio de la UNESCO, a pocos kilómetros de Andong. Aquí se preserva de manera excepcional una buena muestra de viviendas tradicionales coreanas, muchas de ellas todavía habitadas. También es el lugar ideal para contemplar la danza de las máscaras, representativa de Andong, pero ese día resultó que no tenían función. Después de recorrer cada callejuela y plazoleta, es recomendable subir a la cima del acantilado Byongdae desde donde podemos disfrutar de una vista general completa de la villa y sus alrededores.











Satisfecho por lo vivido y el trato recibido, continué mi camino hacia el sur, rumbo a Gyeongju, una parada clásica para los que visitan esta región. Seguía sintiéndome pletórico, no tanto por los lugares en sí, sino por cómo la gente que me acogió se portaba conmigo, de forma tan amable y afectiva. Para mí era un verdadero lujo poder pasar mi tiempo con ellos y poder conocer con más detalle si cabe los sitios que había incluido en mi itinerario. Una experiencia que merece las mejores páginas de este blog.


















“Un momento es más valioso que miles de piezas de oro.”
Proverbio coreano