Rodeada de arrozales y verdes colinas, Gyeongju, capital de la provincia Gyeongsangbuk, fue en la antigüedad
una de las principales ciudades coreanas, capital del glorioso reino Silla, que
gobernó la península más de 900 años. Aquí se encuentran algunas de las mejores
muestras de su legado cultural, tanto en la parte antigua de la ciudad como en
los alrededores, atractivos también desde el punto de vista paisajístico. Un
lugar relativamente desconocido para los turistas occidentales, aunque muy
popular entre los locales, que no puede faltar en ningún itinerario por Corea.
Nada más llegar y a pesar del calor que estaba haciendo, salí con muchas
ganas hacia el maravilloso templo budista de Bulguksa, a pocos kilómetros de la
ciudad. Quizás sea esta una de las construcciones más impresionantes de la
arquitectura coreana, aunque para los familiarizados con los templos chinos o
japoneses, el efecto es algo más descafeinado. De todas formas, la visita vale
la pena, más si la completamos con la ascensión a la gruta Seokguram, en cuyo
interior se halla un solemne buda de piedra.
Algo más amena se me hizo la jornada siguiente con la subida a la montaña
Nansam. En el recorrido se puede ir encontrando reliquias budistas, como
estatuas y relieves en las rocas, logrando una perfecta combinación entre
turismo cultural y natural. Por el camino me encontré con un simpático grupo de
senderistas coreanos con los que alcancé la cumbre. El descenso, entre senderos
tortuosos y riachuelos, me recordó, salvando las diferencias, a aquella vez en
Indonesia bajando el volcán Sibayak, aunque en esta ocasión el camino estaba
mucho mejor señalizado y no tenía la constante sensación de que en cualquier
momento podía servir de aperitivo para algún depredador.
Tras una merecida siesta, me lo tomé con más tranquilidad y me di un paseo
por la parte céntrica de Gyeongju empezando por el Tumuli Park. Este parque se
caracteriza por sus montículos verdes que no son otra cosa que tumbas de
miembros de la dinastía Silla. A pesar del componente macabro, la atmósfera del
parque es idílica con una musiquilla ambiente que invita a relajarse. Muy cerca
se encuentran las ruinas del observatorio astronómico Cheomseongdae,
supuestamente el más antiguo de todo el Extremo Oriente. Siguiendo hacia el sur
hay un pequeño pantanal plagado de nenúfares, ideal preámbulo para los que
quieran visitar el estanque Anapji, otro de los sitios más populares entre los
turistas, pero que preferí reservar para un posible futuro regreso, esta vez en
pareja.
Dos días en Gyeongju se me hicieron cortos teniendo en cuenta todo lo que
me recomendó el dueño del hostal donde me alojé, el Hanjin Hostel, muy básico
pero bien localizado y con un precio razonable. Con ganas de seguir
disfrutando, seguí rumbo a la costa sureste, a exprimir mis últimos días en
tierras coreanas.
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