viernes, 5 de agosto de 2016

Verano coreano (I): Seúl


Este verano he cambiado la dinámica de viajes vacacionales y en lugar de volver a España me he decantado por quedarme en Asia. Como el ambiente veraniego en mi ciudad no es lo que se dice la juerga padre, decidí escaparme un par de semanas a uno de los poquitos países asiáticos que me quedaban por conocer: Corea (la del Sur digo). Me he llevado una grata impresión tras unos días maravillosos, donde he vuelto a hacer “couchsurfing”, pudiendo conocer más fondo la cultura y el día a día de sus habitantes. Me ha sorprendido que en un país tan cercano a China y con muchos puntos comunes a nivel histórico, se puedan dar tantas diferencias en la conducta y el carácter de la gente. No puedo más que quitarme el sombrero ante las maneras y forma de actuar de los coreanos que, por lo que me han dicho, hace unos años también tenían comportamientos muy similares a los chinos.

Zona de fumadores en una calle de Seul





 











Mi primera parada fue, como no, la capital, Seúl. Una moderna y enorme urbe de unos doce millones de habitantes, con un transporte excelente y ordenado e infinidad de cosas para hacer. Quizás se echen de menos más lugares de interés histórico (la mayoría son reconstrucciones) pero no por ello deja de ser un lugar atractivo para visitar.

Vista desde la torre Namsan





En mi primera mañana estuve participando en un taller cultural que organizaba una pequeña empresa llamada “The Corean Studio”. Tuve la suerte de formar parte del grupo de prueba que, de manera gratuita, disfrutó de algunas actividades que acercan a los extranjeros a la cultura coreana. Así, repasé y aprendí algunas nociones básicas del idioma coreano, descubrí aspectos culturales y disfruté de mi primer almuerzo típico coreano, con pollo frito y kimbap (arroz revuelto con verduras o carne enrollado con algas frescas). Todo un lujazo para comenzar.

 
Mi nombre en coreano















 


Luego me fui a dar una vuelta con Cihan, un alemán de origen turco que también participó en el evento, y acabamos en la Nansam Tower, el observatorio por excelencia de la ciudad desde donde se aprecia cada ángulo de la misma. Conforme bajamos nos adentramos en el barrio de Myeongdong, una de las principales zonas comerciales, atestada de tiendas de cosméticos, ropa y accesorios. El paraíso de los turistas chinos que acuden como moscas a la miel atraídos por precios más asequibles que en China para ciertos productos de belleza.

 




La segunda jornada fue más cultural por decirlo de alguna manera, visitando dos lugares donde poder profundizar algo más en la historia de Corea. El primero fue el museo de la guerra (National War Museum), un lugar indispensable no solo para conocer más a fondo la guerra civil entre el norte y el sur y los orígenes que explican la situación actual, sino que también incluye una enorme zona dedicada enteramente a la historia antigua desde los primeros imperios. Todo un cúmulo de emperadores, reyes, batallas, etc., que me hizo reflexionar sobre el poquito caso que hacemos en nuestro sistema educativo de la historia de Asia (esto también se aplica a China, Japón, India, etc.). Es un lugar primordial para los amantes de la Historia.

 



La segunda mitad del día la pasé en el palacio de Gyeongbok, el más grande y llamativo de Seúl, aunque buena parte de sus estancias son restauraciones (los japoneses lo destruyeron dos veces a lo largo de la Historia). De todas maneras merece la pena pasar un rato recorriendo cada rincón. Una cosa que me llamó la atención aquí es que había varias chicas (y algún que otro chico) vistiendo el hanbok, el traje típico coreano. Más adelante me enteraría de que yendo de esta guisa la entrada es gratuita aquí y en otros monumentos de la ciudad. Me parece una medida muy interesante y divertida y de la que otras ciudades podrían tomar ejemplo (aunque no sé yo si me gustaría ver la Mezquita de Córdoba repleta de turistas vestidos de flamenca…).







No se me ocurrió mejor manera de concluir el día que visitar un mercado tradicional coreano. Me habían recomendado el de Gwangjang, donde disfrutar de snacks tan populares como el bindaetteok (un pastelito de frijoles), soondae (una especie de morcilla) o el omnipresente kimbap. Mis favoritos fueron los dumplings (empanadillas) rellenos de kimchi (col china marinada).






El viaje empezaba muy bien y me quedé con ganas de estar un tiempo más recorriendo más zonas de Seúl, pero había que continuar dando el salto a la campiña coreana, visitando zonas más remotas pero igualmente atractivas. Seguiremos en la próxima entrada.



 

“Donde hay voluntad, hay camino.”

Proverbio coreano

 

 

 

2 comentarios:

  1. Hola! Fuiste en verano? Que tal el clima? Saludos!

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  2. Hola, sí, fui en verano. El clima genial, muy soleado y no demasiado caluroso.

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