Este verano he cambiado la dinámica de viajes vacacionales y en lugar de
volver a España me he decantado por quedarme en Asia. Como el ambiente
veraniego en mi ciudad no es lo que se dice la juerga padre, decidí escaparme
un par de semanas a uno de los poquitos países asiáticos que me quedaban por
conocer: Corea (la del Sur digo). Me he llevado una grata impresión tras unos
días maravillosos, donde he vuelto a hacer “couchsurfing”, pudiendo conocer más
fondo la cultura y el día a día de sus habitantes. Me ha sorprendido que en un
país tan cercano a China y con muchos puntos comunes a nivel histórico, se
puedan dar tantas diferencias en la conducta y el carácter de la gente. No
puedo más que quitarme el sombrero ante las maneras y forma de actuar de los
coreanos que, por lo que me han dicho, hace unos años también tenían
comportamientos muy similares a los chinos.
Zona de fumadores en una calle de Seul |
Mi primera parada fue, como no, la capital, Seúl. Una moderna y enorme urbe
de unos doce millones de habitantes, con un transporte excelente y ordenado e
infinidad de cosas para hacer. Quizás se echen de menos más lugares de interés
histórico (la mayoría son reconstrucciones) pero no por ello deja de ser un
lugar atractivo para visitar.
Vista desde la torre Namsan |
En mi primera mañana estuve participando en un taller cultural que
organizaba una pequeña empresa llamada “The Corean Studio”. Tuve la suerte de
formar parte del grupo de prueba que, de manera gratuita, disfrutó de algunas
actividades que acercan a los extranjeros a la cultura coreana. Así, repasé y
aprendí algunas nociones básicas del idioma coreano, descubrí aspectos
culturales y disfruté de mi primer almuerzo típico coreano, con pollo frito y kimbap (arroz revuelto con verduras o
carne enrollado con algas frescas). Todo un lujazo para comenzar.
Mi nombre en coreano |
Luego me fui a dar una vuelta con Cihan, un alemán de origen turco que
también participó en el evento, y acabamos en la Nansam Tower, el observatorio
por excelencia de la ciudad desde donde se aprecia cada ángulo de la misma.
Conforme bajamos nos adentramos en el barrio de Myeongdong, una de las
principales zonas comerciales, atestada de tiendas de cosméticos, ropa y
accesorios. El paraíso de los turistas chinos que acuden como moscas a la miel
atraídos por precios más asequibles que en China para ciertos productos de
belleza.
La segunda jornada fue más cultural por decirlo de alguna manera, visitando
dos lugares donde poder profundizar algo más en la historia de Corea. El
primero fue el museo de la guerra (National War Museum), un lugar indispensable
no solo para conocer más a fondo la guerra civil entre el norte y el sur y los
orígenes que explican la situación actual, sino que también incluye una enorme zona
dedicada enteramente a la historia antigua desde los primeros imperios. Todo un
cúmulo de emperadores, reyes, batallas, etc., que me hizo reflexionar sobre el
poquito caso que hacemos en nuestro sistema educativo de la historia de Asia
(esto también se aplica a China, Japón, India, etc.). Es un lugar primordial
para los amantes de la Historia.
La segunda mitad del día la pasé en el palacio de Gyeongbok, el más grande
y llamativo de Seúl, aunque buena parte de sus estancias son restauraciones
(los japoneses lo destruyeron dos veces a lo largo de la Historia). De todas
maneras merece la pena pasar un rato recorriendo cada rincón. Una cosa que me
llamó la atención aquí es que había varias chicas (y algún que otro chico)
vistiendo el hanbok, el traje típico
coreano. Más adelante me enteraría de que yendo de esta guisa la entrada es
gratuita aquí y en otros monumentos de la ciudad. Me parece una medida muy
interesante y divertida y de la que otras ciudades podrían tomar ejemplo
(aunque no sé yo si me gustaría ver la Mezquita de Córdoba repleta de turistas
vestidos de flamenca…).
No se me ocurrió mejor manera de concluir el día que visitar un mercado
tradicional coreano. Me habían recomendado el de Gwangjang, donde disfrutar de
snacks tan populares como el bindaetteok
(un pastelito de frijoles), soondae
(una especie de morcilla) o el omnipresente kimbap.
Mis favoritos fueron los dumplings (empanadillas)
rellenos de kimchi (col china
marinada).
El viaje empezaba muy bien y me quedé con ganas de estar un tiempo más
recorriendo más zonas de Seúl, pero había que continuar dando el salto a la
campiña coreana, visitando zonas más remotas pero igualmente atractivas. Seguiremos
en la próxima entrada.
“Donde hay voluntad, hay camino.”
Proverbio coreano
Hola! Fuiste en verano? Que tal el clima? Saludos!
ResponderEliminarHola, sí, fui en verano. El clima genial, muy soleado y no demasiado caluroso.
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