miércoles, 7 de agosto de 2013

¡Manda huevos!

Por una vez y sin que sirva de precedente, voy a salir de mi letargo estival para publicar una entrada y así dar por confirmada la continuación del blog una temporada más. Llevo ya más de un mes de vacaciones en Córdoba, mi ciudad natal, disfrutando de la compañía y el afecto de mi familia y amigos de toda la vida, y cargando baterías (o lo que es lo mismo, hinchándome de jamón, queso y salmorejo) para afrontar otro curso más en Shaoxing. A estas alturas ya me he adaptado a la dinámica de hábitos y costumbres españolas, pero nada más llegar me encontraba algo perdido y descolocado. Ya no solo por el tema del jet lag, sino también por una serie de circunstancias que me hicieron reflexionar sobre la manera en que la estancia en China me había afectado, lo que hizo que por momentos me sintiera extranjero en mi propio país de origen.


















La variación más notable sin duda, tiene que ver con ese constante estado de alerta y atención cuando se camina por cualquier vía pública. Estoy habituado a ir con siete ojos cuando voy por una acera en China, atento para esquivar el vehículo de turno (desde bicicletas hasta furgonetas) que aparezca por delante, sin mencionar a los peatones y sus respectivas cargas. Además, hay tanta gente que el zigzaguear se convierte en tu habitual modo de andar. Al llegar a Córdoba, sin embargo, todo es tan diferente. Hasta los coches se paran en los pasos de cebra, algo a lo que aún no acabo de acostumbrarme, por lo que no cruzo hasta que el automóvil no se ha parado del todo. A día de hoy, todavía sigo pendiente y ojo avizor cada vez que salgo a la calle, aunque solo haya cuatro gatos.

Calle peatonal en Córdoba

Mientras en Qingdao...


Otro cambio importante tiene que ver con los modales y la forma de percibirlos. Estoy habituado a ver ciertas maneras de comportarse (podéis encontrar algunos ejemplos en esta entrada), que serían perfectamente recriminables si se hicieran fuera de China. Por suerte, tras tres años allí, todavía no he adquirido ninguno de estos malos hábitos, pero si que suelo ser más permisivo y tolerante cuando me encuentro con alguien que los comete. Si hay algo que sí debo corregir, es esa ansiedad a la hora de subirme a un autobús. Acostumbrado a tener que “competir” por entrar, a veces, cuando estoy en la parada de mi barrio en Córdoba, intento colocarme el primero para entrar. Más de una vez he tenido que aguantar ruborizado las miradas inquisitivas de mis paisanos.


Siempre me ha dado más bien igual lo que piensen los demás de mi forma de vestir, pero desde que estoy en China, esta despreocupación se ha visto acrecentada. Cuando uno vive y trabaja en un país donde hay gente que sale tan feliz a la calle en pijama, llevando gorritos de oso panda, con combinaciones imposibles de trazos y colores, o llevando pantuflas con vaqueros para ir al gimnasio, el problema del “qué me pongo” se diluye por completo. Aquí en España no es tan divertido, al menos en mi ciudad, donde la mayoría de gente está más pendiente de lo que lleva ese o aquel. Así que nada de salir en “lungui” a comprar el pan.























Por último, quisiera mencionar una ligera modificación a nivel lingüístico, y que más que estar relacionada con China, tiene que ver con mi trabajo en sí. No se me ha olvidado hablar español, por supuesto que no, pero sí que a veces se me pegan expresiones típicas de mis alumnos y que, sin dejar de ser correctas a nivel gramatical, suenan un poco raritas. Así, a veces se me han escapado frases como “Voy al centro de la ciudad (en lugar de “voy al centro” a secas) o “Su tierra natal es...”. Repito, no están mal, pero yo antes no hablaba de esta forma. Además, hasta me contagio de su acento, especialmente con esa semivocal después de las palabras terminadas en “-s” (los que también hayáis enseñado español a estudiantes chinos, sabréis a qué me estoy refiriendo). También he adquirido ciertos “dejes” propios del chino que entremezclo con el español, como las interjecciones finales.

En fin, que me estoy “chinificando” o volviéndome un huevo, tal y como llaman en China a los occidentales que adquieren hábitos y maneras chinas tras un tiempo viviendo allí. No sé si esto es bueno o malo, supongo que según se mire y quién te mire. Lo que sé es que si continúo un poco más tiempo por esos lares, acabaré dando la vuelta a la manzana de espaldas.

Un sabio se adapta a las circunstancias como el agua al recipiente que la contiene.”

Algo de léxico
jet lag: 时差反应 (shíchā fǎnyìng)
cambio, metamorfosis: 大改变 (dà gǎibiàn)
adaptación: 适应 (shìyìng)
hábitos: 习性 (xíxìng)
identidad: 身份 (shēnfèn)
huevo: (dàn) (nota: esta palabra también puede usarse como parte de un insulto, hay muchas variantes con este carácter)

2 comentarios:

  1. Te he imaginao ahi en la parada del 2 del centro poniendote en primera fila, con las "señoras que no hacen na y se dedican a ir en bus porque les sale gratis el bonobus" mirandote de reojo... que valor!!!!

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