No
estuve todo lo que hubiese deseado en Malasia, mi primera parada de
este último viaje. Tan solo cinco días distribuidos en 3 ciudades
diferentes: su capital, Kuala Lumpur, Melaka y Muar. La principal
característica que captó mi atención es la diversidad cultural,
étnica y religiosa del país. Además de la población malaya
autóctona, de religión musulmana, existe un gran número de chinos
e indios, especialmente tamiles, del sur de la India. En una misma
calle puede uno llegar a encontrarse un templo hindú, otro chino,
una mezquita, y alguna que otra iglesia católica. Lo mismo ocurre a
nivel gastronómico, pudiendo probar exquisiteces de casi cualquier
lugar de Oriente sin salir de un mismo barrio. Y todo con unas
infraestructuras de buen nivel, en comparación con otros países de
la zona, que hacen el viaje mucho más fácil. Sin duda el lugar
ideal para alguien que nunca haya estado en Asia y quiera hacerse una
idea de lo que ofrece cada región.
Mezquita en la Calle de los Templos (Melaka) |
Puesto de dulces indios |
Durante
estos primeros días en Malasia me estuve alojando en casa de gente
de Couchsurfing, que se portaron genial conmigo. En Kuala Lumpur, me
acogió Alfred, un simpático señor de origen chino que me recomendó
ir a las cavernas de Batu, en las afueras de la ciudad. Aquí tendría
lugar el Thaipusam, un festival anual tamil en honor del dios
Murugan. Aquí pude presenciar escenas y revivir sensaciones que me
trasladaron mentalmente a mi etapa en la India. Los peregrinos deben
recorrer a pie una distancia de 15 kilómetros hasta la cueva que aloja la
imagen del dios. Algunos de ellos atraviesan su lengua y mejillas con
agujas en señal de penitencia.
Después
de la intensidad del Thaipusam, me fui en busca de un ambiente más
relajado. Decidí darme una vuelta por la zona aledaña a las famosas
torres Petronas, símbolo del proceso de modernización del país.
Con sus 452 metros, copan el séptimo puesto en la clasificación de
edificios más alto del mundo. El nombre de Petronas viene de una
compañía malaya de combustibles, que tiene aquí su sede central.
Aparte de este edificio, apenas vi nada más ese día, el único que
pasé entero en la capital malaya.
Centro comercial en el interior de las torres |
Tras
Kuala Lumpur, mi segunda ciudad en el recorrido malayo fue Melaka,
histórico asentamiento, patrimonio de la Humanidad, con importantes
vestigios coloniales, tanto de los portugueses como holandeses y
británicos. Aquí pasé dos noches repartidas entre la casa de
Bernard, guía turístico, y su amiga Tarynn, todo ternura y
simpatía. La parte antigua de la ciudad se puede recorrer fácilmente
en un día. Entre sus monumentos y numerosos museos destacan la
iglesia de San Pablo y la puerta de Santiago, único resto de la
fortaleza construida por los portugueses en el siglo XVI.
Puerta de Santiago |
Carricoches kitsch a la espera de clientes |
En mi
segundo día en Melaka, mi anfitriona Tarynn me llevó a la boda de
un amigo, junto con otros extranjeros que también estaban de paso
esos días. Después de haber pasado por India, no me extrañó en
absoluto el poder acudir a una boda en la que no conozco a ninguno de
los miembros de la pareja. Por lo visto, el traer algún extranjero a
la boda, aquí también es algo que causa sensación, con lo que todo
eran miradas de aprobación, empezando por los mismos novios que
acogieron de muy buen grado la presencia foránea.
En
Muar solo pasé un día, pero comí como si hubiera estado una
semana. Mi anfitrión, un chaval chino llamado Jin, me hizo probar
una a una las diferentes delicias locales, desde el otak-otak
(una especie de pastel de pescado envuelto con hojas de banana) hasta
el rojak (ensalada de frutas y verduras, mezclada con una
salsa dulzona), terminando con un buen surtido de mariscos y pescado
por la noche. Entre bocado y bocado, nos dimos una vuelta por el
parque de Tanjung Emas, muy cerca del mar, con sus monetes sueltos
haciendo de las suyas.
El otak-otak |
Más papeo |
Desde
Muar tomé un autobús directo hacia Singapur, el cual me dejó en el
paso fronterizo, bastante sencillo de franquear y sin aglomeraciones
de viajeros. En un periquete había entrado a un país completamente
distinto, aunque todavía con muchos distintivos comunes a lo que
llevaba visto. Pero de ello ya hablaré en la siguiente entrada.
"La barca
pasa, pero el río queda".
Proverbio
malayo
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