Esta
semana se han publicado los resultados del informe Pisa (Program
for International Student Assessment), en el que se evalúan las
puntuaciones obtenidas por alumnos de 15 años, procedentes de 65
países, en pruebas de matemáticas, lengua y ciencias. Este año,
la lista está encabezada por alumnos de Shanghai, mientras que otras
regiones administrativas en la órbita china, como Hong Kong o Macao,
también se han colado en lo más alto de la clasificación (más información aquí). Esto ha hecho que numerosos expertos empiecen a prestar
atención al modelo de China y otros países asiáticos, como Japón
y Corea, como referente a tener en cuenta en el mundo de la educación
en el futuro. Lo que quizás no se hayan planteado todavía en
Occidente es a qué precio están pagando estos escolares el
conseguir tales resultados.
Desde
tiempos ancestrales, la educación es uno de los pilares más
importantes de la sociedad china, y hasta el día de hoy, las
familias han invertido gran parte de sus ahorros en darle a sus hijos
la mejor formación. El Gobierno garantiza una educación
relativamente gratuita (las tasas y materiales en las escuelas
primarias y secundaria suelen tener costes, aunque no muy altos),
aunque de momento no ha conseguido abarcar a toda la población,
quedando muchos niños, especialmente en zonas rurales, sin
escolarizar a partir de la secundaria. Por su parte, las tasas
universitarias suelen ser bastante altas, tanto como la nota de
acceso, al menos en las de más prestigio. Es normal pues que el
escolar chino, por lo general, esté sometido a una excesiva presión,
con una vida social muy limitada, y supeditado al estudio para
conseguir los logros que sus padres y una sociedad que ensalza la
competitividad, esperan del mismo.
En una
escuela primaria china, un estudiante comienza el día a las 7 de la
mañana y acaba a las 3 de la tarde, unas 8 horas en total. Este
tiempo se amplía en la escuela secundaria, donde el alumno tiene
unas 12 horas de clase, desde las 7 de la mañana hasta las 7 de la
tarde, de lunes a sábado. Algunas escuelas van mucho más allá, y
obligan a sus alumnos a quedarse incluso hasta las 10 de la noche en
clases del llamado “auto-estudio”, y acudir los domingos a clases
de refuerzo, sin tener en cuenta las tareas para casa. Con un sistema
así, los resultados pueden ser altos, sí, pero ¿en serio vale la
pena tanto sacrificio? ¿Es qué puede repercutir de alguna manera
positiva en estos niños tanta presión? ¿Qué pasa con su
desarrollo como persona? ¿Qué tipo de infancia es esta?
"Mi mente está muy bien de salud", dice esta viñeta. |
Un
dato que no aparece en este informe con nombre de torre es el nivel de satisfacción con
su vida de estos alumnos, o sus sentimientos negativos hacia la
escuela y los profesores (o incluso hacia sus padres). Tampoco
muestra los casos de suicidio o intentonas del mismo, de algunos
estudiantes, como los ocurridos el pasado mes de mayo, como podéis
leer aquí.
Tal es el temor de los rectores de los centros por este tipo de
tragedias, que algunos ya obligan a sus estudiantes a firmar un
contrato, eximiendo a la institución de toda responsabilidad en el
caso de que se quiten la vida o se autolesionen (la noticia
aquí).
Espero
que si nuestros responsables educativos deciden copiar algo del
sistema chino, no sea el número de horas y la enorme presión al que
se ven sometidos los alumnos (aparte, no creo que eso funcionara en
una cultura como la nuestra). Lo que si podían tener en cuenta es
que al profesorado chino se le cuida y respeta más, no solo por
parte de los alumnos sino también las autoridades, y sus condiciones
laborales suelen mejores que la media china. Pero en estos tiempos de
tijeras que estamos viviendo, mucho me dice que este aspecto va a
tardar en mejorar.
“La
tensión es quién tú piensas que deberías ser. La relajación es
quién eres.”
Un poco de léxico:
educación:
教育 (jiàoyù)
competitividad:
竞争力 (jìng zhēng lì)
presión:
压力 (yālì)
suicidio:
自杀 (zìshā)
Si os
interesa conocer algo más del sistema educativo chino, aquí os dejo
un par de buenos enlaces:
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