Estamos a menos de una semana para que se clausure el evento más sonado en China y que más público ha atraído este año: la exposición universal de Shanghai. Yo acudí hace una semana, aprovechando un viaje organizado de la universidad y motivado especialmente por volver a reencontrarme allí con una vieja amiga lituana, Dasha, que está viajando junto a su marido Arturas por Asia, y que esos días andaba por allí, mira que casualidad. Quedamos en la puerta del pabellón lituano (no podía ser menos) donde, además de volver a saborear el néctar de los dioses, la cerveza Svyturys, nos dieron un pase VIP a cada uno (¿cuántos lituano parlantes han podido visitar este pabellón en lo que va de Expo? ¿14?), con lo que nos ahorramos tener que guardar cola para entrar en los demás. Menos mal, porque con la gente que se presentó ese día (alrededor de 900.000 personas), dudo yo que hubiéramos podido ver mucho.
Exterior del pabellón lituano
India y Arabia Saudi
El inaccesible pabellón chino
A pesar de disponer de tan preciados pases, no entramos a demasiados pabellones. En total solo visitamos seis, a cada cual más surrealista. En general, tengo que decir que me decepcionó bastante el contenido que mostraban, centrado más bien en aspectos comerciales (el pabellón de Filipinas parecía una tienda de souvenirs) que en culturales. En cuanto a la decoración, me gustó el de Rusia, que parecía un decorado de Avatar, aderezado con pantallas que mostraban a niños vestidos como de Teletubbies. No menos bizarra era la muestra de Letonia, donde dos chicos ataviados con monos de motociclistas y un casco volaban dentro de un tubo, propulsados por ráfagas de aire. Muy letón, la verdad.
Mucha florecilla pero poquitas "matryoshkas"
Mira, un letón volando
Pabellón de Pakistán
Uno de los pabellones que más visitantes ha atraído durante esta exposición, ha sido el de España. El exterior estaba muy currado, hecho de mimbre, pero por dentro no es gran cosa. En primer lugar, se entra por un pasillo muy oscuro, donde se proyectan videos en las paredes, desde el Guernica de Picasso hasta un encierro de San Fermín. A continuación, aparece de la nada una bailaora flamenca que ameniza al respetable con 5 minutos de actuación entre tinieblas. Más pantallas insulsas, y para rematar nos encontramos un pedazo de armatoste gigante en forma de bebé, que responde al nombre de “Miguelito”. Fin de la visita. ¿Merece la pena pasarse más de 2 horas en una cola, como hicieron muchos, para esto? Bendito pasaporte, con el que se puede acceder sin esperas. De no ser así, iba a entrar quien yo sé.
Ese tumulto de gente a la izquierda es la cola
Como digo, la afluencia de visitantes ha sido masiva. El record de asistencia se batió el mismo día que fui yo, y tres días después se volvió a superar con más de un millón de almas. Y, como podréis suponer, así no hay quien disfrute. Aparte de tener que esperar colas inhumanas, aún suponiendo que uno pueda acceder a todas partes, era tal la masa de espectadores en algunas zonas, que era prácticamente imposible ver lo que se exponía dentro del pabellón de turno. Sumémosle a esto, las colas en los baños y restaurantes, y la dificultad para pasear sin tropezar con nadie, y se nos quitarán las ganas de ir a otra Expo en la vida (al menos en China).
Que locura
El pabellón más visitado
Concluyendo, el día fue genial por el hecho de coincidir con tan grata compañía lituana y las risas que nos echamos recordando batallitas de otros tiempos, pero lo que es la Expo en sí, quitando el esplendor de algunos pabellones por fuera, apenas encontré nada que me impresionara o me enseñara algo interesante. Nada, que como la Expo 92 ninguna.
Con Dasha y Arturas, sin duda lo mejor de la jornada. Geros keliones draugai!! (buen viaje, amigos!!)
"Quien cede el paso ensancha el camino."
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