viernes, 10 de diciembre de 2010

Yo me lo guiso, yo me lo como

Me gustaría completar en esta entrada la crónica del pasado sábado, enteramente disfrutado entre mis alumnos. Recién llegado de la excursión a Anchang, otro grupo de estudiantes me propuso salir a cenar a un restaurante para probar una de las especialidades de la cocina china: el huo guo (火锅), vocablo donde “huo” significa “fuego”, y “guo”es “olla”. Consiste en una olla de metal llena de caldo hirviendo, dividida en dos partes (una de ellas aderezada con especias picantes), en la que los comensales van cocinando a su propio ritmo los alimentos que previamente han seleccionado. Una experiencia que ningún amante de la comida china se debería perder.





Los alimentos que se cocinan en el huo guo son variados, tanto carnes (preferiblemente de cordero, que tarda menos en cocerse) como verduras, y también marisco. Cada uno pone en una bandeja lo que le plazca y decide en que parte de la olla y por cuanto tiempo va a cocinar, pero al final todos acaban comiendo lo de todos. La bandeja se puede llenar todas las veces que uno quiera, lo que hace que la cena se pueda llegar a alargar horas y horas (los chinos cuando se ponen, comen mucho). Después de dos horas zampando, pensaba que la bandeja de turno sería la última, pero al rato siempre aparecía un estudiante con un nuevo cargamento de viandas listas para hervir.




El comedero hasta la bola

Al parecer, el huo guo se originó en tiempos de la dinastía Tang, allá por el siglo VII D.C., extendiéndose desde el norte de China (Mongolia interior) hacia el resto del país. Desde el huo guo mongol, considerado el más genuino, este plato se ha ido diversificando de acuerdo con los ingredientes más utilizados en cada región. Así que casi se puede decir que hay tantos tipos de huo guo como provincias. Los más populares proceden de Sichuan, caracterizado por la masiva presencia de picante, y de Guangdong, donde el caldo suele ser más dulce y se utiliza sobre todo pescados y mariscos.


Se acabó lo que se daba

Salí del restaurante bastante satisfecho, no sólo por el sabor de lo digerido, sino también por el proceso en sí de ser uno mismo el que se lo prepare. Muy interactivo y divertido. Y todo por el módico precio de 30 yuanes por cabeza (unos 3 euros y medio), un regalo. Aparte me encantó poder compartir mesa con mis estudiantes, tratándolos en un contexto más informal (aunque a decir verdad, mi trato hacia ellos apenas varía dentro y fuera del aula).

Últimamente estoy teniendo más contacto con locales que con extranjeros, cosa que me alegra. Al principio puede parecer difícil entablar una amistad con los chinos, pero en cuanto te cogen confianza son personas encantadoras. Además, creo que mis progresos con el idioma están influyendo bastante en que la gente se abra más. Pero bueno, de esto de la amistad y relaciones interpersonales ya hablaré en otro momento.

¡再見!¡Zai jian!

En el mundo no hay banquete que no tenga fin.

2 comentarios:

  1. veo que estas disfrtando mucho en china. :D disfruta de comida china!!! :D

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  2. lo que mejor se disfruta de allí son los monumentos , la gente y por suspuestisimo la comida^^

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