El trío resplandor
Animadores intentando atraer a los viandantes
Pero la parte del distrito de Wangfujing que quizás llame más la atención del viajero, es una de sus calles perpendiculares, Donghuamen, repleta de puestos de comida callejera para todo tipo de paladares. Un sitio en el que disfruté bastante, la verdad. Desde pinchos de araña y escorpión frito, caballitos de mar, ciempiés y otras “delicatessens”, hasta cosas más normalitas, como rollitos de primavera, mantou (panecillo hervido) o jiaozi (una especie de empanadilla rellena de carne y verduras). Aquí también me encontré con algo que me resultó familiar. Se trata de algo muy parecido a los callos, que resultó ser estómago de vaca. Yo, que no le hago ascos a nada, me tomé un cuenco y estaba muy rico.
Otra zona de compras peculiar, aunque no muy recomendable para los amantes de los animales, es el mercado de Guanyuan, donde se venden plantas, mascotas y utensilios relacionados con su cuidado. Aunque a decir verdad, este vocablo es algo desconocido para los vendedores, como demuestran los alaridos de los cachorrillos y maullidos de los gatos, hacinados en jaulas minúsculas y a la intemperie. Yo me encariñé con un puestecillo donde una anciana vendía anfibios, tarantulas e insectos. Me pasé la mayor del tiempo charlando y preguntándole a la buena mujer por los bichos que dispensaba, y al final acabé comprándole un saltamontes.
Si lo que uno busca es comprar un recuerdo para la familia, la novia, o la amante, o simplemente, descubrir objetos bizarros, una buena opción es el mercado de antigüedades de Panjiayuan. Un equivalente al “Rastro” madrileño, con miles de anticuallas de segunda mano, donde el regateo es una norma. En este curioso lugar podemos encontrar, entre piezas de artesanía, pinturas y muestras de caligrafía tradicional, gran cantidad de artículos de propaganda maoísta (yo me hice al final con un libro rojo de Mao, petición especial de mi padre) y otros vestigios del pasado, lo que convierte a este lugar es una especie de museo callejero. Muy recomendable.
Marionetas de sombras tradicionales
Antes de concluir, una pequeña nota sobre el regateo. Es recomendable empezar proponiendo al vendedor un precio equivalente al 40% de lo que pensamos que puede costar un artículo, y a partir de aquí, ir haciendo incrementos del 5%. Si el vendedor se pone duro e intransigible, basta con darnos media vuelta y salir por la puerta, veréis que rápido cambia de opinión. Por supuesto, ni que decir tiene que el dominar algunas palabras claves como “pianyi” (barato) o “gui” (pronunciado “cui”, caro), y mantener una actitud abierta a la negociación (hay que evitar los malos humos y refunfuños), ayudan en el proceso.
“El hombre que no sabe sonreír no puede abrir una tienda.”
Como siempre...tus imagenes hablan por si solas!
ResponderEliminargracias por el libro
ResponderEliminarNo hay de que. Ahora ya podrás azotar a tus colegas si se pasan de antirrevolucionarios :)
ResponderEliminar