lunes, 26 de septiembre de 2011

De puesto en puesto

Para aquellos que disfrutan explorando mercados en busca de gangas de todo tipo y ejercitando el noble arte del regateo, Beijing es un auténtico paraíso. Tiendas y mercadillos dispersos por toda la ciudad, que ofrecen al visitante un gran variedad de productos al alcance de cualquier bolsillo. Una de las calles comerciales con más solera y transitada es Wangfujing Dajie, plagada desde tiendas desde tiempos de la dinastía Ming. En esta área, totalmente peatonal, se encuentran numerosos grandes almacenes así como pequeñas tiendas y restaurantes. Los productos suelen ser de buena calidad, aunque hay que tener mucho cuidado con las imitaciones, que en China abundan.




El trío resplandor


Animadores intentando atraer a los viandantes

Pero la parte del distrito de Wangfujing que quizás llame más la atención del viajero, es una de sus calles perpendiculares, Donghuamen, repleta de puestos de comida callejera para todo tipo de paladares. Un sitio en el que disfruté bastante, la verdad. Desde pinchos de araña y escorpión frito, caballitos de mar, ciempiés y otras “delicatessens”, hasta cosas más normalitas, como rollitos de primavera, mantou (panecillo hervido) o jiaozi (una especie de empanadilla rellena de carne y verduras). Aquí también me encontré con algo que me resultó familiar. Se trata de algo muy parecido a los callos, que resultó ser estómago de vaca. Yo, que no le hago ascos a nada, me tomé un cuenco y estaba muy rico.









Otra zona de compras peculiar, aunque no muy recomendable para los amantes de los animales, es el mercado de Guanyuan, donde se venden plantas, mascotas y utensilios relacionados con su cuidado. Aunque a decir verdad, este vocablo es algo desconocido para los vendedores, como demuestran los alaridos de los cachorrillos y maullidos de los gatos, hacinados en jaulas minúsculas y a la intemperie. Yo me encariñé con un puestecillo donde una anciana vendía anfibios, tarantulas e insectos. Me pasé la mayor del tiempo charlando y preguntándole a la buena mujer por los bichos que dispensaba, y al final acabé comprándole un saltamontes.









Si lo que uno busca es comprar un recuerdo para la familia, la novia, o la amante, o simplemente, descubrir objetos bizarros, una buena opción es el mercado de antigüedades de Panjiayuan. Un equivalente al “Rastro” madrileño, con miles de anticuallas de segunda mano, donde el regateo es una norma. En este curioso lugar podemos encontrar, entre piezas de artesanía, pinturas y muestras de caligrafía tradicional, gran cantidad de artículos de propaganda maoísta (yo me hice al final con un libro rojo de Mao, petición especial de mi padre) y otros vestigios del pasado, lo que convierte a este lugar es una especie de museo callejero. Muy recomendable.






Marionetas de sombras tradicionales

Antes de concluir, una pequeña nota sobre el regateo. Es recomendable empezar proponiendo al vendedor un precio equivalente al 40% de lo que pensamos que puede costar un artículo, y a partir de aquí, ir haciendo incrementos del 5%. Si el vendedor se pone duro e intransigible, basta con darnos media vuelta y salir por la puerta, veréis que rápido cambia de opinión. Por supuesto, ni que decir tiene que el dominar algunas palabras claves como “pianyi” (barato) o “gui” (pronunciado “cui”, caro), y mantener una actitud abierta a la negociación (hay que evitar los malos humos y refunfuños), ayudan en el proceso.

“El hombre que no sabe sonreír no puede abrir una tienda.”

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