lunes, 17 de marzo de 2014

Érase una vez un lago



Con la congoja aún encima después de nuestro accidentado último trayecto, llegamos a la localidad de Parapat, punto desde el que salen los barcos hacia la isla de Samosir, en el centro del lago Toba. Este maravilloso lugar está ubicado en el cráter de un volcán extinto y es uno de los sitios de obligado paso para los que viajan por Sumatra. La magia y la paz de este paraíso en la tierra se empieza a sentir desde el primer momento en el que uno sube al ferry. Antes de salir, es preferible tener ya en mente el lugar donde alojarse y decírselo al piloto. En nuestro caso, fuimos a tientas y nos bajamos en el último hotel, que no tenía mala pinta. La habitaciones daban directamente al lago, todo un lujazo a un precio asequible. Por desgracia, solo pudimos quedarnos dos noches allí. Y es que durante los días siguientes ya estaban todas las habitaciones reservadas. Resulta que nuestra llegada coincidió con la celebración del Año Nuevo chino, y durante estas fechas todo se llena de turistas chinos, que abarrotan los hoteles. Precisamente nos fuimos a topar con todo de lo que íbamos escapando, mira por donde.

Uno de los hoteles a la orilla del lago
Piscina de nuestro hotel

Dejando aparte el engorro de tener que buscar otro lugar (que al final resultó ser mejor opción) para pasar el resto de días, todo lo demás allí nos cautivaba. Además de darnos chapuzones en las frescas aguas del lago, pasamos estas jornadas explorando la isla a pie. Desde TukTuk, aldea en la que nos instalamos, hasta Tomok hay un precioso sendero de unos 5 kilómetros bordeando la orilla del lago. Una vez allí es posible encontrar todo tipo de souvenirs y visitar la tumba de un antiguo rey de los Batak, la etnia local. 




Antes de convertirse al cristianismo, tras la llegada de los primeros europeos a la isla, los Batak profesaban religiones animistas y practicaban el canibalismo. Cuando tenían que decidir asuntos importantes, como a quien comerse por ejemplo, los líderes de la tribu se reunían en las sillas de piedra que aún se conservan cerca de la aldea de Ambarita, otro de los lugares a los que se puede ir desde Tuk Tuk. En el camino, os recomiendo parar a comer en Joe's Restaurant. En general, en el lago Toba se come de escándalo, pero este local se sale del parchis. No os podéis ir sin probar sus tacos. Además, los dueños son simpatiquísimos, y te hacen sentir como en casa, no os defraudarán.




Taco de pollo y verduras

Nos costó mucho volver a preparar la mochila y salir de la isla. Aquel era el lugar ideal para relajarse, sin prisas ni planes, simplemente estar ahí, vivir el momento sin preocuparse de nada más. Solamente el hecho de amanecer y ver el azul del lago juntándose con el cielo, nos hacía felices. 
Si el lago Toba era el cielo, nuestro autobús hasta nuestro siguiente destino iba a ser un verdadero infierno. 17 horas de recorrido atravesando la Trans-Sumatra Highway, que resultó ser una carreterilla convencional, llena de curvas y algunos tramos sin asfaltar. Para colmo, nuestros asientos eran supletorios y era imposible que se quedaran fijos en el suelo. La cercanía al baño del autobús, cuya puerta no cerraba bien, y los efluvios que salían del mismo, contribuyeron también a hacer de este siguiente viaje algo realmente inolvidable. Más en la siguiente entrada.













No importa lo bien que una ardilla puede saltar, alguna vez que otra se caerá.”
Proverbio indonesio


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