Nada
más aterrizar en el aeropuerto de Medán, la ciudad más grande de
Sumatra, empezamos a darnos cuenta del enorme contraste con respecto
a nuestro anterior destino. Un enjambre de taxistas nos daba la
bienvenida, intentando guiarnos a sus respectivos vehículos al
tiempo que negaban toda existencia de autobuses públicos que nos
llevaran al centro. Sí, habíamos llegado a Indonesia. El tráfico
era caótico y ensordecedor, sin llegar al nivel de India, pero lo
suficientemente incómodo como para quitar las ganas de dar un paseo.
De golpe y porrazo nos topamos con todo ese “alma” que añorábamos
en Singapur. No es que tuviéramos muchas ganas de visitar esta
ciudad, pero era un paso obligado desde donde comenzar excursiones a
sitios más atractivos. A pesar de todo, aun existen lugares aquí que
merecen la pena visitar, como la Gran Mezquita (Mesjid Raja), o el
palacio Maimon, perteneciente al antiguo Sultán de Sumatra.
Interior del palacio Maimon |
Al día
siguiente, salimos lo antes posible hacia un lugar más acorde con lo
que andábamos buscando, es decir, un sitio en medio de la
naturaleza, con gente cordial y relajada y donde el ruido más fuerte
fuese el de la corriente del río. Bukit Lawang, una pequeña aldea a
3 horas de viaje de Medán, cumplía con todos los requisitos. Pero
la principal razón por la que decidimos parar en este remanso de
paz, era la de hacer un recorrido por el parque nacional Gunung
Leuser y ver orangutanes en su hábitat natural. Es uno de los pocos
lugares en el mundo donde esto es posible, así que lo primero que
hicimos es buscar un guía que nos llevara en busca de los simios.
Jardín de nuestro hostal, Rainforest Garden |
Antes de nada, hay
que tener en cuenta que atravesar la jungla no es lo
mismo que un paseo por el parque de Chinales. Es decir, se requiere cierta forma
física y resistencia. El camino está lleno de subidas y bajadas, a
través de superficies en ocasiones bastante resbaladizas
(especialmente en época de lluvias), por lo que un calzado adecuado
es primordial. Nuestro guía, Sunny, nos iba explicando de forma
fenomenal diversos aspectos del ecosistema en el que estamos
inmersos, haciendo hincapié en el modo de vida de los orangutanes,
especie en grave peligro de extinción. Llegamos a ver unos cinco,
tres de ellos hembras, con sus crías en brazos. Es difícil
describir la emoción que se siente al ver tan de cerca uno de estos
primates, dan ganas de darles un abrazo. En general, suele ser
difícil que se aproximen a los humanos, a no ser que el guía se
disponga a alimentarlos a base de mangos y otras frutas tropicales,
previa llamada gutural.
Aparte de orangutanes, hay otros simios como el langur de Thomas |
Antes
de ser acomodados en la selva, los orangutanes tienen que pasar un
tiempo en cautiverio, donde se acostumbran a la presencia humana.
Suelen ser inofensivos, y raramente atacan a los visitantes. De
todos modos, es aconsejable ir con precaución, siguiendo las
instrucciones del guía en todo momento, para evitar males mayores.
Se dice que hay una hembra llamada Mina (como mi última ex novia,
fíjate tú), a la que no llegamos a encontrar, que acostumbra a
lanzarse encima de los senderistas para quitarle la comida. Salvo
este tipo de sustos, por lo demás el recorrido es bastante seguro
siempre que a alguien no le agobie el espesor de la foresta, ni se
estrese cuando una hormiga del tamaño de una bellota le sube por la
rabadilla.
Otro
lugar en Bukit Lawang que merece la pena visitar es la Cueva de los
Murciélagos (sí, como en Zuheros, pero en Sumatra). Desde la aldea
hay que caminar unos 2 kilómetros, a través de plantaciones de
caucho, pasando un orfanato y una especie de jardín botánico. El
acceso a la caverna es bastante aparatoso, con raíces enormes que
hacen las veces de pasarelas hasta que se empiezan a ver las primeras
estalagmitas. Una vez dentro, es conveniente llevar una linterna para
poder ver las docenas de murciélagos que cuelgan del techo y
revolotean por la cavidad. Era bastante excitante el irse adentrando
cada vez más en la gruta y escuchar los chillidos de estos animales
cuyos ojos brillaban en la oscuridad. Otra de esas experiencias por
las que mi madre sigue pensando que estoy mal de la olla.
Recolección de caucho |
En
Bukit Lawang experimentamos un perfecto balance de emociones. Tras la
intensidad del día, el atardecer daba paso a un ambiente sosegado,
con los chavales del pueblo, incluido los guías y personal del
hostal, tocando la guitarra y cantando por Bob Marley. Nos unimos a
ellos un par de noches y pudimos comprobar lo buena gente que eran.
Son este tipo de cosas, junto a un cielo limpio y sin polución, las
que más echábamos de menos estando en China; esa espontaneidad, ese
espíritu, esa manera de ver la vida. Desde luego no descarto este
rincón del mundo si algún día me apetece “perderme” y
desconectar de todo.
“Pensar
primero es una ventaja, arrepentirse después es inútil.”
Proverbio
indonesio
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